Resiliencia, volver a mirarnos de nuevo.
Ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades.
La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financieros serios, etc..., son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, produciendo una sensación de inseguridad, incertidumbre y dolor emocional.
Aún así, las personas logran, por lo general, sobreponerse a esos sucesos y adaptarse bien a lo largo del tiempo.
Resiliencia corresponde a la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e, incluso, transformado.
La resiliencia es más que la aptitud de resistir a la destrucción preservando la integridad en circunstancias difíciles,es también la aptitud de reaccionar positivamente a pesar de las dificultades y la posibilidad de construir basándose en las fuerzas propias del ser humano .No es sólo sobrevivir a pesar de todo, sino que es tener la capacidad de usar la experiencia derivada de las situaciones adversas para proyectar el futuro.
Es un llamado a centrarse en uno mismo como alguien único, es enfatizar las potencialidades y los recursos personales que permiten enfrentar situaciones adversas y salir fortalecido, a pesar de estar expuesto a factores de riesgo.
Esta situación misteriosa está basada también en la evidencia de que los elementos constitutivos de la resiliencia están presentes en todo ser humano y evolucionan a través de las fases del desarrollo o ciclo vital, pasando de ser comportamientos intuitivos durante la infancia, a agudizarse y ser deliberados en la adolescencia, hasta ser introyectados en la conducta propia de la edad adulta.
Si las dificultades nos muestran nuestra vulnerabilidad, superarlas nos ayuda a avanzar con mas seguridad.
Un modelo de resiliencia se puede caracterizar a través de la expresión de cuatro áreas,que al interaccionar entre sí, generan conductas o características resilientes. Estas áreas son un soporte y una serie de recursos externos , que en el lenguaje sencillo se traduce cómo YO TENGO, (fortaleza intrapsíquica), YO SOY, ESTOY (presencia); y (habilidades interpersonales y sociales), YO PUEDO.
Cada una de éstas áreas agrupa factores resilientes como la autoestima, la confianza en si mismo y en el entorno, la autonomía y la competencia social. La expresión de éstas áreas y la interacción entre éstos factores es la fuente de resiliencia.
Los expertos señalan que la resiliencia es algo consustancial a la naturaleza humana, pero que no necesariamente siempre se activa, o aún cuando esté activada, genera una solución positiva.
La resiliencia no debe ser considerada un rasgo de personalidad, ni una capacidad fija e invulnerable. De la misma manera que cada uno de nosotros “está competente” (y no es competente) por ejemplo, está constatado que la eficacia de nuestras competencias (8 de cada 10 personas) disminuye o desaparece cuando pasamos por situaciones que son interpretadas como imprevisibles, adversas, turbulentas o amenazadoras. La resiliencia es una capacidad que puede variar a través del tiempo y de acuerdo con el ambiente y la circunstancia a que la persona se somete.
Se han podido observar algunos rasgos y conductas comunes en las personas resilientes como por ejemplo:Prestan servicio a los otros o a una causa, emplean estrategias de convivencia, son asertivas, controlan sus impulsos. Suelen ser sociables y tienen sentido del humor.También tienen un fuerte control interno frente a los problemas, manifiestan autonomía y flexibilidad y ven el futuro de forma positiva. Tienen capacidad para aprender y conectar los aprendizajes, capacidad para automotivarse, perciben sus competencias personales y tienen confianza en si mismos y en el entorno.
De la misma manera también podemos introducir algunas estrategias que nos pueden ayudar activar nuestra resiliencia cómo por ejemplo:Poner en palabras lo que nos ocurre nos ayuda a asimilarlo ,identificar y expresar nuestras emociones es fundamental .Reconocer que el dolor es necesario para cicatrizar la herida, aceptar lo que sentimos...etc.
El afecto es el gran tejedor de resiliencia, basta con que haya una persona en la vida del herido que le escuche, le acompañe y restablezca el vínculo roto, para que se produzca el comienzo de la recuperación física y emocional.
La fantasía es el recurso más preciado de la resiliencia, cuando ante alguien que nos aprecia, logramos poner palabras al trauma y re-interpretarlo,como historia de superación, volvemos a ser dueños de nuestro destino.
Para seguir adelante, hay que hacer las paces con el equipaje emocional del pasado.
Uma Zuasti Baztán.