Mas allá del dualismo “La vida como un paraíso" o "Como un valle de lágrimas"
La promesa del retorno a un mítico estado Edénico es una de las fuerzas más poderosas de la vida humana. Mucho de lo que hacemos , o lo que dejamos de hacer, está definido por este parámetro.
Objetivamos la tierra, a nosotros mismos y a los demás, en un intento frenético para permanecer, o llegar a estar, sanos y a salvo y cuidados en el Edén.
Pero màs allá del dualismo que percibe la vida como un valle de lágrimas , o como un paraíso, existe una percepción del dolor como parte de la corriente misma de la vida. Efectivamente, el dolor y la pérdida son inductores de la trasformación personal, no como un constante modo de vida, polarizando nos en “el valle de lágrimas” , sino como parte de un proceso continuo, mediante el cual dejamos aquello que ya no nos sirve, a aquellos a quienes amamos y nos movemos hacia lo desconocido.
Vamos dejando cosas atrás poco a poco, nuestro dolor sería demasiado grande si tuviéramos que crecer de golpe. Esta puede ser razón psicológica para la negación: impide que tengamos que enfrentar todos nuestros problemas a la vez.
Nuestras estructuras de negación funcionan para protegernos del conocimiento de la medida de nuestro dolor. Así pues, nuestra tarea consiste en explorar el dolor, ser conscientes de él y afirmar con toda certidumbre, que sí que nos duele. Pero solo podemos hacerlo si tenemos un atisbo de esperanza que puede ser aliviado, si lo percibimos como una señal de que ya es hora de seguir adelante, de aprender nuevas formas de comportamiento, de intentar nuevos desafíos.
Lo mas importante del dolor es que nos ayuda a enfrentar nuestros peores temores y de ése modo nos libera de la parálisis que padecemos al estar buscando todo el tiempo maneras de seguir seguro y a salvo. A menudo existe en las personas que han sufrido ”lo peor”, una libertad casi transcendental, pues han enfrentado “lo peor” y han sobrevivido.Saben que pueden hacer frente a cualquier cosa, la vida no tiene que ser perfecta, no necesita ser un paraíso para que ellos la amen.
A veces nuestro problema puede ser ya no una sensación de impotencia, sino mas bien un excesivo sentido de poder, una creencia que ya lo tenemos todo resuelto, que somos mejores, más competentes y más valiosos que otras personas, en este caso el dolor es el gran nivelador que nos recuerda que somos mortales comunes, y que ninguno de nosotros está a salvo de las dificultades humanas.
Y es que al fin y al cabo, el Edén no es una cuestión de satisfacer todos nuestros caprichos narcisistas, sino un estado de gracia en el andar, que requiere una enorme reverencia por uno mismo, por los demás y por la vida , un reconocimiento profundo de sentirnos íntegros , parte de una red interconectada con todos los mortales y sin importar nuestros logros, iguales a los demás.
Uma Zuasti
Imagen: Bernard Hermant